El martes de
esta semana he asistido a una charla-conferencia a cargo de Rosa M. Calaf y de Gervasio
Sánchez (ella reconocida periodista de
TVE -hoy jubilada-, y fotógrafo de guerra ‘freelance’, él) bajo título: “¿Vale la pena cubrir una guerra con tantos
riesgos?”. Hacía días que esperaba poder escucharlos en directo, sobre
todo a Gervasio de quien pude ver su trabajo “Desaparecidos” en el CCCB y los dos volúmenes de fotos que se publicaron, que guardo como
un tesoro.
El auditorio de
CaixaForum estaba hasta la bandera. Ambos, alternativamente, fueron explicando
sus experiencias a lo largo y ancho de múltiples conflictos armados en todo el
mundo, su posicionamiento, sus sentimientos, sus dificultades, así como las de
otros profesionales que se han ido encontrando en ese duro y largo camino
recorrido durante tantos años. Integridad sería la palabra.
Explicaron la
inutilidad de las guerras que como siempre -o casi-, es un “apártate tú, que me
pongo yo”, y se repiten los mismos errores, los mismos abusos y el mismo
enriquecimiento obsceno de los que se acaban de ‘poner’: El Salvador,
Nicaragua, Colombia… entre tantos otros (no se habló de las ‘Primaveras
árabes’ porque el tema daría para tres días más). La colaboración de los bancos
y algunas cajas de ahorro -tan
inocentes ellos que nadie lo diría- en la financiación de armas y ya no digamos
de los gobiernos españoles (de uno y otro signo) siempre prestos y raudos, en
estos casos, sí.
Azuzaron a la
concurrencia sobre la obligación que tenemos los lectores de ser críticos y de
contrastar las informaciones en diversos medios de comunicación. Opinaron sobre
la inmediatez de Facebook y de Twitter, que aportan titulares pero no cuentan
historias, es decir, no van al fondo de la cuestión.
Cuando se abrió
del turno de preguntas tuve el privilegio de ser la primera persona en tomar la
palabra. Varios asuntos se movían en mi cabeza, pero uno en especial,
considerando las muertes y secuestros de reporteros, fotógrafos o cooperantes: “¿Creéis
que la diplomacia española os da suficiente protección cuando estáis en una
zona de conflicto armado? ¿Es de fiar la diplomacia española?”. Murmullo general en la sala, suspiro (Uf!) y
signo de admiración/precaución en las cejas de ambos. En mi opinión, Rosa M. Calaf jugaba con cierta
ventaja al ser corresponsal de TVE, y
manifestó no haber tenido problemas en ese sentido a lo largo de su carrera
periodística. Gervasio es otro cantar, dijo que en general había encontrado
buena disposición y colaboración por parte de los diplomáticos y los militares
españoles con los que había tenido que tratar. Bien es cierto que ayudaba su
gran experiencia, su carisma, su habilidad, y respeto a las líneas rojas… Se había topado con diplomáticos (y
funcionarios) de gran nivel que habían hecho lo indecible por ayudarlo en su
trabajo, y otros unos bordes impresentables, los que menos. La cosa quedó ahí,
pero yo no estaba del todo satisfecha con la respuesta, así que esperé.
Es cierto que
yo había formulado mal la pregunta, ya que no se puede hablar de forma
generalizada para criticar a un
colectivo, ya sean funcionarios, diplomáticos, médicos, periodistas… (que algún día puedes necesitar, pero sobre todo porque no todo ni a todos se puede meter en el mismo saco) ante un público masivo y al
que no conoces. Otra cosa habría sido concretar la pregunta y pedir su opinión sobre
tal o cual ministro, o sobre tal o cual embajador. Gervasio es un fotoperiodista incómodo (como es su obligación)
y por tanto, no tiene pelos en la lengua.
Así que al
terminar el acto, bajé al escenario y le pregunté directamente: “¿Tú crees que
si te sucediera algún percance mientras trabajas en un escenario de guerra, la
diplomacia española movería el trasero por ti para sacarte del atolladero?” (recordando
los secuestrados de los que dejamos de tener noticias en un momento dado).
Entonces, ya en privado, me respondió que “la diplomacia española trabaja bien
y que en la mayoría de los casos, lo mejor es que no se hable para no
interferir en las negociaciones" y que él sí se siente seguro. Me quedé más
tranquila, pero no pude evitar que viniera a mi memoria el caso del
fotoperiodista Xosé Couso, sin resolver…
Al regresar a
mi casa, ya muy tarde, me dirigí a mi biblioteca y
rescaté la novela de Arturo Pérez Reverte “Territorio
Comanche”, que he vuelto a leer en un plis plas.