Bien mirado, el sexo y el asesinato tienen aspectos que se parecen mucho.
Y es que si lo pensamos bien, tanto en el sexo como en el asesinato –impune, naturalmente- lo que de veras es díficil es la primera vez: uno está confuso, nervioso, expectante... Pero... pasa la prueba.
Cuando sucede la segunda vez, uno está aterrorizado: recuerda lo que sucedió en la primera; lo que tuvo de satisfactorio o excitante y sobeviene la inseguridad, un temor brutal al fracaso... Pero... sobrevive.
No obstante, en la tercera vez, uno ha tomado conciencia de que ha abierto un camino –un “dejà vu”- y sabe también que el período iniciàtico ha sido superado con éxito: de ahora en adelante todo va a ser más fácil... Ahora ya no tiene por què tener miedo y puede, por fin, disfrutar sin límites...
Pero, al final, cuando uno tiene las manos demasiado manchadas y se han conocido tantos cuerpos, los límites desaparecen, y uno ya no sabe quién es.
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